¿Qué buscan las empresas cuando necesitan trabajadores?

Hace tiempo, las empresas buscaban mano de obra. Sin más. Una legión de trabajadores con cualidades de soldados al servicio de la causa. Pero esto es prehistoria de las relaciones laborales.

Asistimos en las últimas décadas a la demanda de trabajadores cualificados. Nuevos productos, nuevos servicios, nuevos procesos, requerían personal formado, especializados en las tareas y con conocimientos específicos.

Como consecuencia de ello, la oferta formativa se amplió, se especializó en todos los ámbitos y niveles. Y por parte de los demandantes de empleo surgió el Curriculum Vitae, como un documento donde contar la trayectoria académica que acreditaba estos saberes.

En otro giro de las relaciones laborales, las empresas empezaron a valorar, y a solicitar, en la atracción de los nuevos empleados, experiencia profesional. A partir de aquí, un boom de prácticas escasamente remuneradas salió de los distintos ámbitos académicos. El “Practicum” pasó incluso a ser obligatorio en algunos estudios, y los alumnos, como batallón de cooperantes voluntarios, ocuparon puestos de trabajo antes reservados a personal bajo contrato laboral. Y los Curriculums empezaron a crecer, incluyendo “una línea más”.

A partir de aquí, el sistema produjo ciertas perversiones, pues la ecuación formación + experiencia, ligada a otros requerimientos como juventud, con contraprestaciones desequilibradas o desajustadas a estos requisitos, produce desajustes en el mercado de trabajo.

Y en el escenario actual ¿qué buscan las empresas cuando seleccionan trabajadores?. Hoy en día asistimos a la incorporación de nuevas variables en el reclutamiento y selección de candidatos para un puesto de trabajo.

Preguntados los responsables de RRHH, todos, absolutamente todos, hacen hincapié en las competencias transversales, en las capacidades personales, más allá de un CV perfecto. Pero eso, ¿dónde se aprende?.

Y es que la motivación, la proactividad, la empatía, la capacidad de trabajo en equipo, la asertividad, el compromiso con el puesto, la ilusión por los proyectos, o la pasión por el trabajo, cotizan en alza, ya que garantizan un rendimiento óptimo y un clima laboral adecuado.

Son competencias que se tienen o se adquieren, y se entrenan en el escenario de la vida.

En la selección de personal, los empresarios optan por la intuición del encuentro cara a cara en las entrevistas, o por la contratación de expertos profesionales que bucearán en las competencias de los  candidatos, solución ésta cada vez más extendida, incluso por las pequeñas empresas.


Como demandantes de empleo, se hace necesario trabajar en el crecimiento personal, desarrollando habilidades tendentes a mejorar o adquirir estas competencias. Porque un nutrido CV de formación y experiencia, ya no es suficiente.

Hablando de entrevistas

Hace unos días hablábamos de entrevistas extrañas, y yo recordaba una que sufrí hace algún tiempo.

Pocos candidatos para un empleo (la criba había sido grande en la preselección),  y en el otro  lado, un tribunal con varios miembros (distintos departamentos, intereses, agentes sociales…)  intentando “colar” su candidato. En esta tensión que transmitían los componentes del tribunal, yo, que no era de nadie, vi que había una oportunidad, y que yo podía ser el consenso,… ni para ti ni para mi.

Lo terrorífico de esta entrevista estuvo en el escenario. A mi turno entré en una sala grande, con decoración recargada, cortinones rojos que tamizaban una luz de otra época, una mesa alargada de buen roble castellano, y en el centro unos candelabros, sí unos candelabros, con sus brazos y sus velas. La disposición de las sillas no podía ser mejor, en un extremo de la mesa, apelotonados, y parloteando continuamente, en un susurro continuo y discordante, con caras duras entre ellos, que querían ser amables conmigo, en contraposición al conato de discusión que se palpaba en el ambiente.

Y al otro lado del ring, en el otro extremo de la mesa, yo. Simplemente yo. En una silla castellana tipo trono, bajita, muy por debajo de la mesa. Al indicarme en tribunal que me sentara, vi con terror aquella silla, ya que no soy muy alta, y al sentarme comprobé que la mesa quedaba a la altura de mi cuello. De manera casi intuitiva apoyé mis muslos en el borde, y estiré mi cuerpo. Las manos apoyadas sobre la mesa eran realmente mi soporte. En tensión y aparentando naturalidad, pasando la mirada de uno a otro miembro del tribunal, esquivando la mirada a los candelabros, como si estos fueran transparentes, contesté con profesionalidad y mucha dignidad, todas las preguntas que quisieron hacerme.


Finalmente el puesto fue para otro candidato y yo me quedé con la experiencia… y las agujetas.

Los senderos del éxito

Vivimos momentos de cambio económico. Ya lo hemos oído tantas veces...!  En los últimos años este “cambio” ha supuesto inmovilidad, parálisis, cuando no un verdadero retroceso  en el desarrollo de las empresas.

Y mientras tanto, los trabajadores han sufrido los mismos vaivenes en su vida personal y familiar, que las empresas en las que realizaban su actividad.


Desde las organizaciones, los indicadores económicos han tomado el pulso,  e indicado a sus gerentes y titulares el rumbo a seguir. Sin embargo no siempre se han analizado estos indicadores con una perspectiva más allá de lo estrictamente económico. Se observa con estupor que se han dado por sentado algunas premisas sobre productividad que omiten el factor humano, y se ha descuidado y desatendido el valor que las personas aportan a la organización.






 

Lo que  denomino  los senderos del éxito abordan las pautas que pueden transformar las empresas, con un nuevo equilibrio en las relaciones. Con trabajadores más autónomos y polivalentes, buscando siempre la eficiencia de los recursos.

Tres son los senderos del éxito para las empresas y organizaciones en el ámbito de las gestión de personas:





LIDERAZGO

Es el primer sendero del éxito.

Liderazgo: capacidad para influir en la forma de ser de las personas o en un grupo de personas determinado, haciendo que este equipo trabaje con entusiasmo, en el logro de metas y objetivos.

El objetivo es manejar el cambio, para asegurar competitividad y efectividad a largo plazo, y para ello, el líder deberá tener la habilidad necesaria para orientar a los trabajadores en la dirección previamente determinada, inspirando valores de acción y anticipando escenarios de desarrollo.

La habilidad para fijar objetivos, su seguimiento, y la capacidad de dar feedback, integrando las opiniones de los otros son la base para construir los nuevos proyectos a través de un buen liderazgo.

COMUNICACIÓN INTERNA

El siguiente sendero del éxito es el concepto de comunicación interna, que inunda y da contenido a toda relación.

¿Qué comunicar?
-           Tareas bien definidas
-           Objetivos
-           Planes de futuro

Porque los cambios económicos, la crisis o el crecimiento de una empresa, nunca son decisiones exclusivamente económicas, ya que conllevan un alto componente humano, y precisamente por ello, los empleados deben conocer de primera mano los planes de futuro de su organización. Y es necesario transmitir estos planes con entusiasmo, de manera que se recupere el orgullo de pertenencia y se garantice la vuelta al compromiso de los trabajadores con su trabajo y su futuro.

Se ha de buscar la excelencia a  través de pautas organizadas, donde la coordinación y cooperación entre los distintos departamentos, los individuos entre sí, y con la dirección de la empresa, marquen el punto de inflexión respecto al pasado.

Los principios básicos de la comunicación interna en las pequeñas organizaciones son la participación y la multidireccionalidad.

Y ello nos lleva al  siguiente sendero del éxito.

MOTIVACIÓN

La motivación en un entorno empresarial cambiante, es otro de los senderos del éxito. Porque motivar e inspirar confianza es la clave.

En entornos inestables es primordial mantener la credibilidad, y garantizar el estado emocional de todos, para mantener la eficiencia.

El miedo a un futuro incierto genera desconfianza e inacción por parte del trabajador, con consecuencias reales de baja productividad y con un efecto de arrastre de los compañeros.

Si el empresario y sus colaboradores poseen ilusión por el futuro del negocio, y consiguen transmitir los objetivos, es seguro que los empleados percibirán este entusiasmo y se verán incluidos, creando compromisos.

Sembrar ilusión y generar confianza son las mejores armas para alcanzar objetivos.

Sin embargo, no basta con el entusiasmo voluntarista. La motivación como motor de eficacia laboral se gestiona a través de tres factores fundamentales:
            -  una organización que estimule
            -  un trabajo interesante para el individuo
            -  y un líder que ilusione.