La pregunta

Pasaba la noche en el hospital acompañando a un familiar, y en mitad de la noche, la anciana de la cama de al lado nos despertó con un breve e inteligible quejido. Al cabo de un tiempo, unas lágrimas surcaban sus mejillas. Parecía salir de un mal sueño, y me acerqué a calmarla.

Cuando su palabra apenas audible tomó un matiz casi trágico, y las lágrimas fueron ríos, llamé a las enfermeras de guardia.

Al principio, también ellas intentaron calmarla, mientras la mujer trataba desesperadamente de desasirse de sus atenciones.

En un momento dado, una enfermera joven, con una voz suave, preguntó: - Pero Teresa ¿qué le ocurre?. A lo que la anciana respondió: - Quiero ir al baño, pero me han dicho que no me levante de la cama!

¡No es de extrañar que se retorciera de dolor!

Aquella angustia se solucionó en cinco minutos.

Esa noche aprendí dos lecciones:

1ª Que hay personas que se toman de manera literal las indicaciones por un “buenismo” mal entendido, o por una cultura castrante frente a las observaciones o mandatos de la autoridad.

2º El valor de no dar nada por cierto, el preguntar, el dar oportunidad al otro de expresarse. Pararse a pensar que lo que “creemos saber”, puede no ser lo que el otro piensa, siente o conoce.


La ventana de Johari es una buena herramienta para explicar este concepto de la comunicación interpersonal. Una ventana con cuatro cuadrantes que representan:

-          Lo que conocemos de nosotros mismos y los demás también conocen.
-          Lo que conocemos de nosotros mismos y los demás desconocen.
-          Lo que desconocemos de nosotros mismos y los demás sí conocen.
-          Lo que desconocemos de nosotros mismos y los demás también desconocen.

Dejo para otro post profundizar más en este concepto. Lo que me interesa aquí destacar es que, siendo conscientes de nuestra propia ventana de Johari, en las relaciones con los demás hemos de tener en cuenta que los otros tienen también su propia ventana, y sus propias limitaciones.

Una comunicación efectiva pasa por comprender esta realidad, y que la exposición por el nítido cristal de un cuadrante,  puede no transmitir toda la información, y partes importantes del mensaje quedan ocultas por el cristal opaco del emisor o del receptor, comprometiendo o desvirtuando la trasferencia de la información.


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