Nuestro
“tiempo” vital es un recurso escaso, y podemos gastarlo en ver pasar la vida, o invertirlo en familia, en amigos, en hacer un viaje, leer un libro
o escuchar una canción. Los réditos serán la felicidad, la amistad, la tranquilidad
o la cultura, u otros resultados.
Si monetizamos
el tiempo, invertir nuestro tiempo en formación, con la esperanza de un
futuro profesional que nos reporte un medio de vida y una estabilidad
económica, será un activo intangible que aparecerá en nuestro patrimonio. En
ese sentido nuestro CV refleja nuestro patrimonio intangible.
Si
hablamos del tiempo en términos
económicos, y por tanto de la disyuntiva gasto/ingreso, es porque estamos mercantilizando el concepto, y nos
situamos en el mercado de bienes y servicios o en el mercadolaboral. En este caso, para el
sujeto (empresa, organización o individuo) será también un recurso escaso que
deberá destinar en función de sus obligaciones, necesidades y objetivos.
Así, el
tiempo destinado a la formación generalista de los trabajadores será un loable
concepto retributivo, y un gasto en sí mismo para la empresa.
Por el
contrario, el tiempo en acciones
formativas para la adquisición y mejora de competencias profesionales que
dedica una empresa a sus trabajadores, con un retorno directo o indirecto en su
cuenta de resultados, será una inversión, y aunque en términos contables y
fiscales, en aplicación de la normativa, se recoja como gasto en su Cuenta de
Pérdidas y Ganancias, en la Memoria de las Cuentas Anuales debería quedar
reflejado este concepto.
Desde los
departamentos de RRHH, se ha de
hacer hincapié en que las empresas recojan estas actividades en su Memoria Anual, poniendo en valor los
tiempos y recursos que la empresa dedica, no sólo como retribución a los
empleados, sino también como parte inherente de su cultura organizativa, de su
estrategia competitiva, o de su innovación en el conocimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Añade aquí tu comentario