Emprender es iniciar,... también es
una actitud. Y sobre todo es acción.
En nuestra cultura, la palabra emprendedor es
una palabra de nuevo uso. Hasta hace poco tiempo “eras” trabajador o “eras” empresario. Estabas en un bando o en el otro,
sin pasarelas posibles. Las fuerzas del entorno, culturales y sociales, y
también financieras, marcaban el posicionamiento. Era una catalogación que
veces se confundía con un indicador de estatus.
A los
trabajadores se les paga para trabajar, no para pensar, he oído en numerosas ocasiones. La creatividad y la
innovación estaban fuera del ámbito laboral. Y como dice una amiga, la mente
pensante se deja en el aparcamiento, junto con el casco de la moto.
Algo está cambiando. En las
empresas se pide que los empleados sean proactivos, creativos, que comuniquen,
que aporten ideas. Las grandes empresas motivan e incentivan nuevas ideas entre
sus trabajadores, cambios e innovaciones que mejoren los procesos.
El intraemprendimiento, entendido
como el emprendimiento en el seno de la empresa, a través de la creatividad, y
la innovación, y la puesta en marcha de nuevas oportunidades de negocio,
favorece el crecimiento, la supervivencia y la consolidación empresarial al
generar un valor económico y social que permite diferenciarse de la
competencia.
En este mundo global se requieren
entornos de trabajo que fomenten la participación de los trabajadores generando
ideas y creando valor a partir de ellas en aras de la supervivencia y
crecimiento de la empresa. Aprovechar el talento, la experiencia y la
inteligencia de las personas es la clave, generando ventajas competitivas.
En el ámbito económico el
emprendimiento es un valor en alza, se bonifica, se subvenciona, tanto desde el
ámbito de las administraciones públicas, entidades, organismos, fundaciones, y
empresas, se incentivan, se motiva para la creatividad, la innovación y el
emprendimiento.
Mientras, en países anglosajones,
o en EEUU esto parece estar hace años en su ADN. Aquí debemos aprender. De la
crisis económica han surgido nuevas
ideas. Cientos de jóvenes y no tan jóvenes se han lanzado en una carrera frenética
por encontrar la idea genial, el conejo de la chistera.
Parece un Bálsamo de Fierabrás
que nos librará del paro, y nos elevará a una vida mejor, a una mejor calidad de vida.
Sin embargo, a esta tierra prometida se llega
con sudor y lágrimas, y sobre todo con mucho, mucho trabajo y esfuerzo,… y eso
cuando llega. Muchos son los llamados y pocos los que consiguen el objetivo.
Y es que debemos cambiar e iniciar un proceso de “emprendizaje” desde
niños, desde la escuela y la familia. Porque la idea feliz no basta. Porque
ser emprendedor no es lo mismo que abrir un negocio. Ser emprendedor requiere
aprendizaje, cambiar las estructuras mentales tradicionales, generar cambios,
aportar valor, abrir la mente.
Y no estamos preparados, porque
nadie nos ha preparado, nunca, ni en la familia, ni la sociedad, ni en la escuela,
ni en el instituto, ni en la universidad.
Y a golpe de subvención no es
suficiente. Tiene mucho que ver con perseguir sueños, eso que tenemos de niños,
o cuando éramos jóvenes, y entre todos se encargaron de matar.
“Emprendizaje”, aprender a emprender, a transformar sueños e ideas en
negocios. Necesitamos nuevas ideas para la sociedad del siglo XXI. Sólo podremos
avanzar con nuevas propuestas, propuestas innovadoras….
¿Te atreves a aprender?
¿Te atreves a emprender?