La obsolescencia del conocimiento


Los trabajos y las tareas laborales cada vez se desarrollan en entornos más complejos. Lo que aprendimos ayer no sirve para el trabajo de hoy.

Necesitamos una actualización permanente de competencias y capacidades profesionales. Las nuevas tecnologías, los entornos productivos cada vez más competitivos, las nuevas relaciones con los proveedores, o unos clientes cada vez más exigentes, producen cambios en las necesidades de las empresas, precisando un capital humano de calidad … es la obsolescencia del conocimiento.

Hasta ahora cuando pensábamos en la formación para el empleo, focalizábamos esta actuación tanto en el acceso al empleo, como en la recolocación de trabajadores en situación de desempleo. Sin embargo, cada vez cobra más importancia la formación para el mantenimiento o actualización del empleo.

La cultura de la formación para el empleo por parte de los trabajadores en activo, es cada vez más necesaria para afrontar los cambios del modelo productivo,  y la adquisición y actualización de conocimientos, que permitan una mayor competitividad de las empresas y un empleo estable y de calidad.

Tras el impacto de la crisis económica y la globalización de los mercados, la diferenciación de las empresas está, cada vez más, en la capacidad de innovación y conocimientos de sus trabajadores.

Y este cambio de mentalidad implica en primer lugar a los individuos, si bien la empresa no ha de mantenerse ajena promoviendo las acciones necesarias para asegurar la necesaria adecuación de los conocimientos de sus trabajadores. Además son agentes implicados, la Administración, creando las estructuras necesarias, así  como organizaciones empresariales y sindicatos, y la propia sociedad, favoreciendo y valorando el esfuerzo de la inversión en conocimiento.


En este sentido, la Ley 30/2015 regula el Sistema de Formación Profesional para el empleo en el ámbito laboral, y supone un paso adelante en el marco normativo de esta actividad.

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